RESERVA DE LA BIOSFERA DE SIERRA NEVADA. GRANADA

Creí que lo podría conseguir, hasta el último momento estuve convencido de ello. Era mi tercera cita con la montaña granadina. El reto coronar en solitario las dos cumbres más altas de Sierra Nevada en una misma jornada, el Veleta (3398 mts.) y el Mulhacen (3.482 mts.). Me faltaron escasos cien metros para conseguirlo, pero el calor intenso, por encima de 30º y probablemente el exceso de confianza en la parte final, pudieron con mis fuerzas. No obstante ha sido una de las jornadas de montaña más emocionantes de cuantas he vivido nunca. La primera vez en 2004 sólo me acerque a ver los grandes picos de la Sierra Nevada; en 2005 con Alfonso hoyamos el Mulhacen y bajamos por las Alpujarras después de casi diez horas de montaña; esta vez he subido al Veleta, he recorrido la cuerda desde el Veleta hasta el Mulhacen y me he quedado sin fuerzas justo cuando veía la cima. Me acordé de los consejos de los grandes montañeros y decidí desistir puesto que me quedaban más de cuatro horas de regreso.

Al Veleta se puede llegar fácilmente con lo servicios del guarda del parque. Un autobús deja en las posiciones del Veleta cada hora más o menos. Desde aquí, por la antigua carretera de la sierra, tenemos entre una hora y una hora y media de ascensión. Es fácil, nada complicado. Lo imponente en ver la hoya de Veleta y las cumbres que lo acompañan, el Picón de Jeres, el espectacular Alcazaba, los Machos y detrás, el imponente Mulhacen.

Bajaremos entre neveros que en este época del año surten de agua las lagunas de los borreguiles. La vista se turba ante la inmensidad de la montaña. Nos cruzamos con montañeros que vienen de pasar la noche en el refugio. También algún ciclista circula por la pista más abajo. El calor empieza a pasar factura. Llevo bebidos casi dos litros de agua. Al llegar al refugio, a lo pies del Mulhacen, comparto la experiencia con dos chicos granadinos que bajan y me animan a hacer el último trozo. La Laguna verde, cristal en el que se mira el Veleta, quedó atrás. Me doy cuenta de que mi móvil tiene vídeo y comienzo a grabar la ascensión. Solo para poder recordarlo más tarde. En una parada, jugueteo con restos de migas de mi almuerzo con una comadreja que ha venido a darme animos. La pequeña alimaña me mira incrédula. Sólo los aviones roqueros, veloces golondrinas y los acentores alpinos, especie de gorrión de las cumbres, se atreven a volar en estas alturas. Son aves de altura, aunque a veces se han visto águilas reales, hoy no creo que las vea ya que mi vista va muy pegada al suelo.
Cada revuelta del camino va acabando con mis exiguas fuerzas, la tierra es negra, las piedras se me van clavando como alfileres en las botas. Lo tengo muy cerca pero hoy no es el día. Un fuerte repecho me sienta en una piedra definitivamente. Veo pasar a dos franceses, que me saludan animosos, miro la cercana cumbre y con una sonrisa, decido dejarlo aquí. He visto la cumbre desde El Veleta, la he seguido con la mirada durante varias horas, pero no he llegado aquí para reventarme, he llegado para disfrutar de la montaña y de un nuevo espacio en blanco. En 2005 lo conseguí y ya me hice la foto, hoy solo quiero disfrutar de la gesta, siete horas caminando en soledad a más de 3000 metros de altura y disfrutando de uno de los lugares más increíbles del mundo. Eso es lo que vine a buscar y eso es lo que me llevo.

La montaña es así, pero insisto una vez más, el objetivo de este blog es acercar espacios en blanco de la mente del viajero, hoy creo que lo hemos conseguido y con eso me doy por satisfecho. Bajo con calma para ir ahorrando energias. Rodeo el Veleta por la pista de tierra, asciendo su ladera por última vez para buscar la Hoya y cuando ya voy llegando a Prado Llano me cruzo con turistas en chanclas y camiseta que me preguntan que si queda mucho para llegar a la base del Veleta. Les sonrio y hacia mis adentros me digo. "si queda un año justo para volver a intentarlo". Pero antes quiero ir al Aneto y así tener el poquer peninsular.



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