FOTOS. EL VIEJO PUERTO DE HONDARRIBIA, RECUERDOS DE JUVENTUD



Sentado sobre el ponton de amarre de las barcas, he mirado al cielo que se nubla y he visto el vuelo de una vieja gaviota, rasa, casi tocando el agua que se vuelve tinta.

Dos barcas que se mecen solitarias. La una, azul cielo, como niño de boulevad que juega con su consola; limpia y pulcra; se oye de lejos su madre que le llama, la merienda esta lista. Su sombra se aposenta sobre su fondo, quieta y serena.

La otra, azul de temporal y sobre su quilla, el filete amarillo de la tempestad, de las olas que chocan contra la orilla, de los gritos de las madres del Alakrana, del sonido de la sirena que llama a resguardo. Su sombra es brava, altiva, desafiante de los peligros. Altanera, solitaria…


El agua se mece tranquila, la luz de color de plata me ciega la vista, el mar recoje el regalo y guiña ojos de sirena que se pierden con la brisa. Del fondo, oscuro, plañidero, llegan las risas de las lisas que nadie quiere pescar, ¿Por qué rien madre, si ya viene la tormenta?.

Un ráfaga rompe el cielo y el niño de azules ojos recoge la consola y corre hacia el pueblo. Hondarribia se queda en el puerto. Desafiante la azul bravía, por manos rugosas lustrada, no quiere dejar que el mar se lleve su gloria.

Hondarribia en el viejo puerto desafía, con su cascada quilla, la tempestad. La gaviota se marcha, la ráfaga se apaga, la lluvia arrecia, Hondarribia quieta, la espera.

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