ESCAPADA A TRUJILLO, FRANCISCO PIZARRO. CÁCERES.(II)

Se pone el sol por los  cipreses que guardan las tapias del cementerio de Trujillo, un abuelo intenta captar el instante cuando mi cámara lo enmarca a él con el destello de un rubio sol de atardercer. Vamos buscando la casa que vio nacer y donde vivió el que fue el descubridor para España del Perú. En honor a los que me siguen allende el Atlántico, Francisco Pizarro no fue un descubridor, allí vivían con sus costumbres los indígenas americanos, mejores o peores, pero con sus costumbres, cuando, en nombre de un rey lejano y de una iglesia sangrienta, Francisco Pizarro conquisto a sangre y fuego de aquellos territorios.  ¿Barbarie? ¿ cristianización? ¿nueva economía?, que cada uno lo llame como quiera. Lo cierto es que con su instalación en el Perú, ahora si, un nuevo mundo se abrió en aquellas tierras.

De la otra faceta del hombre, la de aventurero es de la que yo quisiera siempre acordarme, navegante intrépido nacido en tierra sin mar, descubridor de espacios en blanco en un mundo al que todavía le faltaba explorar su mitad, ese hombre nos abrió las puertas de la gran y vasta América del Sur y de sus muchas riquezas naturales, a parte de las del oro. Conquistador, militar intransigente, conspirador en la corte pero al fin y al cabo, un aventurero al que a veces suelo envidiar por el tiempo en el que le toco vivir.

Y aquí en su tierra natal Trujillo, se le venera y a él está dedicada su plaza mayor y alguna de sus calles, ciudad medieval que recuerda a tanto y tantos navegantes y conquistadores ilustres. De plazas porticadas y portales blasonados, con calles de piedras antiguas que nos van recordando su rico pasado. La casa natal de Pizarro nos recuerda que cualquier tiempo pasado fue mejor y con nostalgia muchos recuerdan ese pasado. Pizarro murió asesinado en su casa de Lima por los esbirros de otra conquistador ilustre al cual había humillado en alguna ocasión: el manchego Diego de Almagro.

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