LA VISIÓN DE MOISES DESDE EL MONTE NEBO. JORDANIA (II)

Yo llegue hasta el Monte Nebo en Jordania fresco y con horas de sueño, no como debió llegar Moisés después de pasar con su tribu cuarenta años perdido por el desierto, de haber pasado hambre y sed y de haber, incluso, dudado de su fe en su dios. Yo llegue con la mente clara y las ganas de descubrir algo más en esas profecías cristianas. Pero al mirar desde el balcón del monte que los frailes franciscanos recuperaron para el cristianismo, solo puede ver un inmenso desierto de piedra, la calima que lo cubría todo, un atisbo de vergel en la lejana  Jericó y un asomo de la ciudad santa de Jerusalén sobre las montañas que le dan nombre, yermas y muertas también. Intuí el espejo salino y acuoso del Mar Muerto y un hilo minúsculo de vida al paso del río Jordán. Yo solo vi eso, pero Moisés debió significarle algo mucho más grande que, además, pago con la pena de no poder acceder a ese paraíso. Sus dudas de fe no le fueron perdonadas por su Dios y murió ante de pisar esa tierra prometida.

"Dios concedió a Moisés poder contemplar la tierra prometida desde lo alto de un monte cercano: el monte Nebo. Pero Moisés y Aarón murieron sin poder pisar la ubérrima tierra de Canaán a la que se llegaba tras cruzar el río Jordán, que por aquella estación del año venía muy caudaloso. Tomó el relevo Josué, el ministro de más confianza de Moisés, y cuando ya iban a cruzarlo, comenzando a pasar el Arca de La Alianza, se detuvieron las aguas río arriba y pudieron atravesarlo todos a pié como en el Mar Rojo. El Arca se mantuvo en medio del río mientras terminaban de pasar. Otra muestra más de la portentosa mano de Yahvé.

En el lugar mismo se alza una cruz rodeada de una serpiente otro de los símbolos del cristianismo y donde Juan Pablo II oró en su visita a Jordania. Antes de llegar en la misma ciudad de Madaba, una iglesia ortodoxa, la Iglesia de San Jorge, conserva un mosaico bizantino de la tierra prometida, de la Palestina cristiana y de todas las tribus que la habitaban. Merece la pena parar a verlo. Mañana bajaré a tocar las aguas del río Jordan.

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