MARRAKESCH. LA MEDINA, UN PLACER DE LOS SENTIDOS (II)

Te vas adentrando en la Mezquita entre fuertes olores y el ruido de las motos. Aquí la gente no tiene prisa camina poco a poco y se para en cada esquina, en cada amistad. Son las gentes de Marrakech, gentes sin prisa. Vamos persiguiendo las Tumba Saaides, las tumbas sagradas de los sultanes marroquíes.


Las tumbas saadíes son uno de los lugares más visitado de la ciudad, pero para acceder a ellas se tiene que recorre buena parta de la medina por callejuelas tortuosas. Son tumbas monumentales construidas desde hace siglos pero destacan las construidas en la época del gran visir Ahmed el Mansour, en la segunda mitad del siglo XVI. Salimos de ellas por Bab Agnau, la puerta que marca el acceso a la Kasbah. Es una de las puertas más hermosas de la ciudad fortificada, realizada en el siglo XII en piedra y no en ladrillos de tierra como el resto.

Otro post referido en http://laescapadadelturistaaccidental.blogspot.com/2010/04/marrakech-el-encuentro-con-la-ciudad-la.html


Caminamos por callejuelas que nos recuerdan los barrios judíos de Sevilla y Granada. Tras la expulsión de los moriscos de la Reyes Católicos también llegaron aquí lo judíos que no se convirtieron en España y se instalaron en la ciudad.  Tiene Marrakesch muchos palacios pero si duda uno de los más hermosos es el Palacio de la Bahía, instalado en el antiguo barrio judío, se encuentra este gran palacio, Fue mandado construir a fines del siglo XIX por un visir de la corte real. Los interiores están ricamente decorados en estilo tradicional, con mosaicos y detalles de madera de cedro tallada. La zona del zoco de Siyyaghim es el bazar de los orfebres y lo joyeros.

Todas las tiendas están llenas de baratijas y oro amarillo de baja calidad. Regateamos por las tiendas y compramos alguna baratija y de ahí a las tradicionales farmacias de productos naturales. Diuréticos, calmantes, espasmo líticos, todo no es explicado con delicada diligencia y como no, compramos de todo que seguramente no haremos servir después. Y al final con los anticuarios. Un lugar de ensueño entre antiguallas y recuerdos. Compré, como no, un almirez. ¿Que, que es un almirez? Una herencia mora en Andalucía. Un mortero. Y con ese ya suma una docena en mi colección.

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