DESPIDIÉNDONOS DE SEVILLA EN LA PRIMAVERA

Y nos marchamos de recogida en Sabado Santo cuando aún resuenan las marchas que anunciaban que el rey de los judios había muerto.Y dejamos las calles de Sevilla oliendo a azahar embriagador, nunca podré transmitir  en este blog los miles de recuerdos de ese olor que embriaga y te llena el alma de esta Sevilla hermosa y pacata a la vez que se echa a la calle en primavera con sus costumbres, sus cuentos y sus lisonjas, que te acoge  como madre y te expulsa a la vez con su clasismo y con una abuse de postureo que no siempre agrada.

Mil veces vengo y otras tantas quiero marchar pero siempre me quedo con la hermosura de esta primavera que ha entrado calentando el ambiente hasta alcanzar temperaturas de escándalo. Mil veces vengo por la hermosura de esta ciudad que me vio nacer y las que quiero marchar lo hago empalagado de tanto cuento encontrado en las calles y tantas verdades a media que nos cuentan.Pero como aprendiz irreverente de antropólogo me quedo en la cultura de mi pueblo y en el deseo de volver un año más. Me quedo con la imagen de las "manolas" que no van a la iglesia pero que lloran (o rien?) la muerte desde balcones engalanados más pendientes del que me miren del que lástima que se murió el judío.

Callejeamos entre olor a pescaito frito que se mezcla con el azahar y con la gente apiñada en los bares, la "calo" aprieta. Y mientras tanto sigue el sacrificio y presentan a Jesús al pueblo cuando ya alzan la cruz en su cadalso, el instante, la escena, el arte es inconmensurable, el icono es de la cofradía de la Exaltación y el valor del "misterio" incalculable.

Seguimos y encontramos a la madre desconsolada tras atravesar el rio Guadalquivir, que quiere refrescar la tarde. La Torre del Oro le guarda el luto y los guiris y locales se refugian en la sombra de los edificios, la han dejado cruzar sola por que el sol aprieta pero ya en la sombra de la calle, la gritan guapa y algunas manolas la lloran. Es la Cigarrera, la madre de un diós que vivé en una fábrica de tabaco como vivió otra sevillana inmortal, la Carmen de Marimé. duelo, dolor, tradición todos los ritos en la calle.

La manola y el nazareno no se cruzan las miradas, cada uno con su liturgia, cada uno con su sueño de esta tarde dolorosa, preludió del ajusticiamiento de un hombre que vino a salvar el mundo y que se convirtió en rey y señor con el jolgorio de un pueblo que decía adorarle.No han cambiado los tiempos.

Y me marcho como el borracho de la canción y sorpresas que da la vida, cruzando el barrio más hermoso de Sevilla, el de los patios de flores y las callejuelas estrechas, el barrio de Santa Cruz, me tropiezo con el homenaje a Washigton Irving, un poeta que escribió mucho de leyendas y mitos de Andalucía y ante su placa me emociono una vez más en esta ciudad, Sevilla, capaz de hacer grande lo diminuto y vivir de forma inmensa las pasiones  cada año en primavera, capaz de atraer a miles de personas a secundar este rito pagano de alma cristiana sin tan siquiera atraverse a explicar su valor cultural.


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