PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD DE UBEDA Y BAEZA (II)

Baeza entera es un espléndido conjunto monumental, más pequeña que Úbeda pero probablemente más espectacular. Sus calles tranquilas y empedradas resuman arte e historia detrás de cada piedra. Sus orígenes se remontan hasta la Edad del Bronce, por allí pasaron iberos, romanos, visigodos y musulmanes.


Durante el período musulmán fue denominada Bayyasa y su dominio se extendía desde las tierras del cercano Guadalquivir hasta la Sierra Morena cordobesa. Fernando III el Santo la conquisto para el cristianismo en el año 1227, y jugo un papel importante en la reconquista de Al-Andalus. Pero realmente fue en el siglo XVI cuando acoge su mayor auge y esplendor y recibe a grandes nobles y señores de la época e incluso San Juan de la Cruz o San Juan de Ávila, se dejan caer por la ciudad y se crea su mayor tesoro, la Universidad baezana, aún hoy presente en la vida social y cultural de la ciudad. Ya no como Universidad propia sino adscrita a la de Granada.


También en esa época se levantan la mayoría de sus monumentos civiles y religiosos. Pero todo eso lo pueden ustedes mirar en la web de Turismo de Baeza. Yo hoy les quería hablar de uno de sus profesores más conocidos  de la citada universidad: Antonio Machado. Aquí el gran poeta sevillano sufrió la muerte de su esposa y dejo para la historia uno de los poemas más tristes y hermosos que jamás escribió. El grito desgarrador de su última estrofa, ¡ya no puedo caminar con ella! nos deja mustios mirando los campos grises de Úbeda y Baeza. Ciudades Patrimonio de la Humanidad y donde merece hacer un alto en el camino.


CAMINOS
De la ciudad moruna
tras las ventanas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.

El río va corriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.

Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea

Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.

El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.

La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena.

Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.

Caminos de los campos…

¡Ay, ya no puedo caminar con ella!

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