NEPAL: TRAS EL TERREMOTO KATMANDÚ RECOBRA LA VIDA

























Caminamos dos años después del tremendo terremoto que sacudió las calles de Katmandú por las polvorientas avenidas de la ciudad, caminamos viendo en el suelo mucho de los edificios que tanto nos asombraron en anteriores visitas. Ya paso el monzón y el tiempo es bueno, ya paso el monzón y no trajo más desgracias a la ciudad. Poco a poco se recupera la calma, la primera década del milenio trajo un magnicidio que acabo con el reino y trajo una república que nació ya corrupta, la segunda un seísmo que se llevo miles de vidas y algunos de los edificios Patrimonio de la Humanidad más hermosos de cuantos vimos por el mundo, pero la ciudad sigue caótica y por lo tanto viva, la ciudad que nació dos siglos antes de nuestra era, sigue viva gracias a sus habitantes que rugen en marabunta cada mañana dándole la vitalidad que ni sus gobernantes ni sus dioses son capaces de controlar.

Desde la parte nueva de la ciudad a la Durban Square caminamos envuelto por los más madrugadores, los que salen a comprar la comida diaria, los que salen a vender su escasas mercancías, los que salen a rezar a sus dioses para que los protegen, por los que salimos a buscar fotografías e instantes que coleccionar. Y todos, todos acabamos delante de algún  templo admirando, poniendo lamparas de mantequilla o cruzando las manos a los dioses para que nos protejan. Y mientras los niños sonríen con sus uniformes escolares camino de sus obligaciones aunque algunos siguen mendigando en sus calles, huyendo de la obligación escolar. Pero hay una niña que no sonríe, no es Ganesha, el dios bebé con cabeza de elefante, no ese siempre sonrío a sus files, es la Kumari. la diosa niña viviente.


























La Kumari, acabo su misión celestial, la niña que nació para ser un diosa viviente y que se venera en el palacio de la Kumari, cerca del palacio real. En muchas tradiciones religiosas las diosas existen solamente en el reino espiritual y se representan estatuas e íconos, pero en Nepal viven y respiran, y toman la forma de niñas, a las que se conoce como kumari (niña virgen). Durante siglos los hindúes y los budistas de todo el valle de Katmandú han adorado a estas jóvenes a las que creen poseídas por la diosa hindú Taleju. La diosa kumari es elegida entre las niñas preadolescentes de la comunidad Newari, predominante en el valle de Katmandú.

Al ser una creencia de origen budista e hinduista, sacerdotes de ambas religiones y un astrólogo certifican que la virgen seleccionada tiene los 32 lachhins,atributos físicos y psicológicos, como Buda.Muchos tienen que ver con rasgos animales, como piernas de ciervo o voz clara como la de un pato. Además deben tener una dentadura perfecta, un historial médico inmaculado, y el pelo y los ojos bien oscuros. La kumari real de Katmandú, a diferencia de las otras, debe tener un signo del zodiaco similar al del presidente de la república para asegurar la buena ventura del país. Pero su reinado es corto.Sólo dura unos pocos años, hasta que tiene su primera menstruación.

Según la creencia popular, en ese momento la diosa Taleju deja su cuerpo y empieza la búsqueda de otra niña virgen.Así, pues, la herida sangrante la desacraliza, ya que se piensa que la diosa se escaparía por él. Entonces llega la parte difícil: la transición de diosa a adolescente normal. A nuestra Kumari, a la que hemos visto esta tarde, le quedan uno días para ese tránsito y su carita no era la de un niña alegre, era un niña triste, y no es para menos.































Pero , esa sensación de tristeza no se ve en la calles donde se sigue discutiendo que país paga la reconstrucción o que político gobernará este año y cuanto se llevara del presupuesto, la alegría, como veis en esta última foto, ha vuelto a las calles de Katmandú, ya no están los hippies, ni hay muchos cooperantes, ahora la ciudad parece querer funcionar por si sola y ha vuelto el olor a mantequilla de las mariposas de los templos, a frito de las cacerolas de las cocineras y a basura por los rincones de las calles de Katmandú... y ese es el ritmo que conocíamos y que nos alegramos que haya vuelto de nuevo. Os he dejado más fotos en este enlace.

Comentarios

  1. Maravillosa entrada que te traslada al oriente lejano y misterioso. Gracias.

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    1. gracias amigo, la verdad es que a la pena de las muertes que se produjeron ver muchos templos por los suelos, uno le tiene que aplicar la filosofia positiva budista y pensar que todo ha sido para bien, los que se fueron hoy se habran reencarnado en otros seres hermanos y las destrucción ha dado paso a la reflexión sobre como hacer una nueva Katmandu,bellas como la vieja pero efectiva para el siglo XXI, gracias por el comentario

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